El ministro de Seguridad, Frank Ábrego, informó que el secretario de Defensa de Estados Unidos y jefe del Pentágono, Pete Hegseth, vendrá a Panamá en el mes de abril. Según Ábrego, sostuvieron una llamada cordial y productiva (?) en la que ambas partes manifestaron su interés en “fortalecer la cooperación técnica en seguridad y contrarrestar amenazas hemisféricas, incluyendo el narcoterrorismo y la migración irregular”.
Bueno, aquí va lo que conocemos gracias a las propias fuentes de Estados Unidos: el 6 de los corrientes, según John Ullyot, portavoz del Departamento de Defensa, el secretario Hegseth, destacó como una prioridad de seguridad nacional para Estados Unidos “garantizar el acceso sin restricciones a la vía interoceánica, así como mantenerlo libre de interferencias extranjeras”. No parece cordial y productivo. Y ¿qué sabe Hegseth de lo que se dice hablaron por teléfono?
Por lo que obviamente representa Estados Unidos en el mundo, escuché audiencias de confirmación del Senado, y en especial a la que fue sometido el hoy secretario de Defensa Hegseth. Fue extremadamente desagradable; más allá de las censuras personales, se destacó su inexperiencia en políticas de seguridad nacional, la ausencia de historial en altas posiciones militares y la falta de liderazgo en organizaciones relevantes. Como agravante, en declaración pública el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, lo llamó “uno de los seleccionados al gabinete más erráticos, no calificados e inadecuados que hemos visto en tiempos modernos; no tiene ni el carácter, ni la experiencia, ni el juicio que requiere el trabajo”. ¿Entonces?
A fines de enero, en entrevista dada a Fox News, Hegseth, que ha mostrado estar totalmente alineado con la agenda del presidente Donald Trump, ‘advirtió’ lo siguiente: que la administración Trump hará “lo que sea necesario” para garantizar la ‘libre navegación’ del Canal de Panamá, para lo que el Pentágono está ya ‘preparado’; que el presidente ha confesado en varias ocasiones su intención de “recuperar” el Canal; que tienen “el derecho de hacer lo que sea necesario para garantizar la libre navegación”; y, según publicaciones internacionales, en su llamada telefónica Hegseth ‘comunicó’ al ministro Ábrego que Estados Unidos necesita “acceso irrestricto” al Canal para mantenerlo “libre de interferencias extranjeras”. Todo esto circunvalado por mentiras armadas y por el demencial cuento chino de Trump.
Y surge la gran pregunta: ¿cómo debemos actuar ante el adversario Hegseth que, según The Guardian (15/11/24), está inmerso “en una cultura de extremismo político e ideación violenta”, y que luce varios tatuajes con gritos de guerra de tinte religioso? He visto, también, comentarios sobre un libro de su autoría (American Crusade: Our Fight to Stay Free), en el que expresa que las diferencias entre ideologías no pueden ser resueltas a través de un proceso político; que los fundadores de Estados Unidos no querían una democracia para su país; que se necesita una ‘cruzada americana’, una guerra santa, por la causa de la libertad humana. Para rematar, al tomar posesión de su cargo Hegseth dijo a los militares de su país que restauraría el espíritu guerrero y de disuasión (deterrence) de las fuerzas armadas, significando que es seguidor de un sistema social y de valores que ensalza el poder militar.
Frente a la información que tenemos, resulta ilógico esperar inteligencia, veracidad, conocimientos y buena voluntad del visitante. Su estribillo no va a cambiar, porque piensa igual que Trump y que el secretario de Estado, Marco Rubio: ‘si no se alivian las preocupaciones’ sobre la tal influencia china en el Canal, Estados Unidos “retomará el control de la vía interoceánica”.
Aparte, Hegseth, creando incertidumbre sobre el futuro del régimen de seguridad internacional, al lanzar sus críticas a la OTAN demuestra no haber captado la necesidad de mantener la cohesión militar del bloque occidental. Y, por supuesto, Trump está saboteando un sinnúmero de tratados y convenios internacionales, y habla de libre comercio mientras arremete contra la competencia internacional.
En situaciones como estas, hay que intuir previamente las motivaciones y los argumentos de los contrincantes, y saber de lo que son capaces. Comenzando, este arrebato del norte tiene inspiración de otros momentos: de la ‘doctrina’ de Rumsfeld y Wolfowitz (quienes dominaban a Bush), que contemplaba una política oficial de mentiras, difamación y osadía, y el derecho unilateral de Estados Unidos de invadir a quien considerara su enemigo o de importancia estratégica. En otras palabras, Estados Unidos se reservaba el derecho a determinar, entre otras cosas, qué constituye una amenaza a su seguridad, y de actuar aunque dicho peligro no fuera inminente. Irak fue ejemplo de esto y condujo al encubrimiento de violaciones a los derechos humanos, como en Abu Ghraib y Guantánamo. Esto es una especie de fundamentalismo de gran peligrosidad que bien puede salírsele de la mano a Trump y afectar a Panamá en forma irreversible.
Y algo que conoce el presidente José Raúl Mulino: la agresiva política de Estados Unidos de operar internacionalmente a través de intermediarios. Es lo que está haciendo Trump con varios Estados de la región, y eso convierte en delicado lo que ahora pretenden con Metetí. Es obligación de todos cooperar con un proceso civilizado de repatriación de migrantes, pero no podemos dejar que impongan en nuestro país un campo de concentración o base militar.
Recordando eventos determinantes del pasado -y de mucha dignidad- en 1998 el Dr. Ricardo Alberto Arias, canciller del gobierno del Dr. Ernesto Pérez Balladares, no firmó los acuerdos del Centro Multilateral Antidrogas (CMA) por no tener estos garantía multinacional, y por varias pretensiones inaceptables de Estados Unidos. Tengámoslo como ejemplo.
Entonces, para que Metetí sea eficiente, es manifiesta la necesidad de, por lo menos, contar con el compromiso formal de inmediata aceptación de sus nacionales por parte de los países destinatarios de los migrantes irregulares. Finalmente, los acuerdos tienen que ser taxativos, públicos, sin condiciones vagas y con claras limitaciones bajo las cuales funcionaría esta escala, que debe ser de corta duración y de integridad soberana.
El autor fue embajador ante las Naciones Unidas.