Trump es un bully de manual y tiene la varita mágica del poder global. Ya puso al mundo patas arriba en 16 días. Pero más allá de su bravuconería, veamos: primero armó un pleito con México y Canadá, luego lo “resolvió” con acuerdos que no cambiaron nada. México mandaría 10 mil tropas a la frontera… tropas que ya estaban ahí. Canadá, igual. Humos y espejos.
En Panamá, la historia se repite. Primero pidieron el Canal, luego aclararon que su interés eran los puertos. Y Mulino, en un gesto de alineación, anunció que no renovará el acuerdo de la ruta de la seda, que ni siquiera se ejecutó. O sea, canceló nada. Pero para Trump, toda subordinación es un logro que vende como victoria. Su marca: un show mundial, con él como protagonista.
La pregunta es: ¿qué aprendemos de este absurdo? Porque sí, de que hay más inversión e interés de China en Panamá, la hay. Más allá de lo comercial, China ha sabido explotar nuestras debilidades, nuestra posición, nuestro Canal y nuestra cuestionada marina mercante en sectores vitales para sus intereses.
Sí, sí intentaron poner su embajada en la entrada del Canal, símbolo de la recuperación de la soberanía nacional y del que son el segundo principal usuario del mundo. Sí, sí se han negado a adherirse al protocolo de neutralidad. Sí, sí les cedimos los dos puertos aledaños. Sí, sí hicieron el principal centro de convenciones del país, el puerto de cruceros de Amador y el cuarto puente, los tres con graves escándalos. Sí, sí les renovamos el contrato de Panamá Ports con más beneficios para ellos que para nosotros. Sí, sí torpedearon el puerto de Corozal. Sí, sí impusieron su modelo de vigilancia en Colón con tecnología usada contra minorías perseguidas. Sí, sí han cultivado influencia con becas, cursos y centros de estudios estratégicos. Sí, sí firmamos 47 acuerdos secretos como marco de la nueva relación, que no pasaron por la Asamblea como ordena la ley y que se hicieron públicos por la presión ciudadana. Y sí, sí han mandado diplomáticos súper preparados mientras EU dejó su embajada vacante por más de cuatro años.
Esas son estrategias. La pregunta es si nosotros tenemos una. Porque mientras dos potencias nos usan como tablero geopolítico, seguimos sin definir prioridades. Estamos en posición de capitalizar esta crisis.
¿A qué relación deberíamos apostar? ¿Qué vamos a hacer por atraer inversionistas estadounidenses, que dejaron de licitar por la corrupción? ¿Reforzaremos la educación para que deje de haber panameños pidiendo que EU retome el Canal? ¿Aprovecharemos la atención mediática que no teníamos desde Noriega para promover el turismo? ¿Exigiremos, ahora sí, justicia en la escandalosa concesión de Panamá Ports?
El Canal es solo una pieza en esta partida. El verdadero objetivo de EU es China. ¿Cómo vamos a jugar? Lo malo no es que ellos tengan una estrategia. Es que nosotros no tengamos ninguna. Y ser meros espectadores de esta lucha de titanes a través de nuestro país no es opción.